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Aquí es donde Levin comenzó su hazaña más
conocida y perseguida. Accedió a la red del Citibank (conocida entidad financiera)
y obtuvo una lista de los códigos de cuenta y contraseñas de cientos de
usuarios. Durante las primeras semanas que Levin estuvo accediendo a la red de
Citibank, pudo transferir alrededor de 3.7 millones de dólares que trasladaba a cuentas
corrientes de su grupo en Argentina, Estados Unidos, Finlandia, Holanda, Alemania e Israel. Para tal hazaña contó con el apoyo inicial de un conductor de autobús
(quien también era hombre de negocios) y que Levin había conocido en julio de
1994, al cual informó de lo que había podido hacer y del que se hizo amigo y
socio, formando un grupo internacional de hackers.
Se declaró culpable de los cargos,
ante las evidencias que demostraban su participación en los hechos y los
alardes públicos que colaboradores suyos realizaron sobre las enormes
cantidades de dinero que poseían en cuentas bancarias personales en Tel Aviv, Israel. Aunque llegó a robar más de 10 millones de dólares, fue sentenciado
únicamente a 3 años de prisión y a pagar a Citibank 240,015 dólares (más
adelante la entidad recuperaría cerca de 400,000 dólares), una cantidad mínima
para lo que se había sustraído. Esto fue así porque las compañías de seguros ya
habían abonado el dinero de los robos.
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